Trabajando en Seguridad Funcional: La gestión como herramienta para evitar las fallas sistemáticas
En los últimos años muchos procesos industriales han sido automatizados para aumentar la producción, mejorar la calidad de los productos y reducir el potencial de error humano. Sin embargo, las nuevas tecnologías, a pesar de disminuir los requerimientos de mano de obra, exigen mayores esfuerzos para un buen funcionamiento. Cuanto más automatizados son los equipos, más fallas sistemáticas pudieran conducirlos a operaciones inadecuadas. Sistemas mal implementados o mal mantenidos pueden dar lugar a eventos peligrosos que nos pudieran afectar a todos.
Para diseñar, mantener y operar, de forma adecuada, un Sistema Instrumentado de Seguridad (SIS), que es hoy día uno de los principales sistemas automatizados utilizados en la seguridad, se deben tomar en cuenta todas las causas que pudieran afectar su funcionamiento. Una
adecuada gestión de la seguridad funcional que permita controlar las fallas aleatorias (asociadas a la degradación del hardware) y evitar las fallas sistemáticas (usualmente asociadas al factor humano) es esencial. Esto implica el uso de materiales de primera, procesos de diseño y fabricación de alta calidad, es decir, hacer un diseño que sea lo suficientemente robusto para soportar cualquier fuente de estrés y generar nuevas formas de trabajo que permitan realizar las tareas de diseño, fabricación, instalación, mantenimiento y operación en forma sistemática.
La seguridad funcional se ha beneficiado de los avances y esfuerzos realizados por fabricantes en tratar de generar productos certificados que den cierto nivel de garantía sobre el grado de integridad que sus productos pueden ofrecer y de la comprensión de los usuarios finales sobre la importancia de definir un nivel de integridad y diseñar en función a éste. Pero, hacer el trabajo relacionado con la seguridad funcional con un enfoque sistemático y fomentar una cultura de seguridad funcional que nos ayude a evitar las fallas sistemáticas es sin duda nuestro siguiente desafío. Para tener una idea del desafío que debemos enfrentar, podemos citar a Angel Casal en su publicación “SIS Pitfalls, Major Accidents and Lessons Learned”, quien nos indica que desde 1987 al 2012 el 90% de los accidentes mayores ocurridos en la industria de procesos son debidos a fallas sistemáticas.
La normativa internacional de seguridad funcional IEC 61508, su normativa específica para la industria de los procesos IEC 61511 y su equivalente ISA 84.00.01 nos dan una guía y unos pasos (en un orden especifico) que nos permite asegurar que estos sistemas están siendo manejados bajo un enfoque sistemático y holístico en cuanto a su diseño, operación y mantenimiento y que el riesgo se mantiene en los niveles determinados como tolerables.
Ahora bien, si sabemos que adoptar estos estándares nos ayuda a combatir las fallas que pueden presentar estos sistemas, ¿Por qué no implementarlos si son considerados como mejores prácticas en muchas partes del mundo?
Cuando hablamos de gestión de la seguridad funcional muchos de los elementos a considerar son muy parecidos a los utilizados en gestión de proyectos. Una buena gestión de la seguridad funcional debe definir las actividades que serán desarrolladas (es decir cada paso del Ciclo de Vida de Seguridad), debe indicar cuando serán desarrolladas estas actividades y que herramientas serán utilizadas. Además, debe definir los recursos y las personas que serán responsables. En general, debemos considerar:
- Una planificación de las actividades que serán realizadas en cada fase del Ciclo de Vida de Seguridad, con la descripción de los requisitos de cada una, incluyendo las actividades de verificación y evaluación (assessment). Esto es, esencialmente, el plan de ejecución que se aplicará al proyecto, en función del alcance que debamos cubrir.
- La definición de la organización donde se designen los responsables y las personas que formarán parte del equipo de trabajo. Se debe garantizar que las personas sean competentes para realizar cada una de las tareas que le fueron asignadas en cada fase y se debe asegurar que cada uno de ellos tenga las competencias requeridas según el rol que deban desempeñar.
- La definición de las guías y procedimientos a utilizar, es decir, debemos definir cómo deben ser desarrolladas cada una de las actividades y que herramientas serán utilizadas.
- La documentación que necesitamos para realizar un trabajo, la información que debe ser generada y la forma en la que debe ser manejada para que sea utilizada apropiadamente a lo largo de la vida útil de los sistemas.
- Las evaluaciones periódicas que nos permitan comprobar que los riesgos están siendo mantenidos en niveles tolerables y que los procedimientos de trabajo están siendo utilizados en forma apropiada por personal capacitado.
La siguiente figura nos muestra de forma gráfica todos los elementos que hemos mencionado hasta ahora,
Figura
1. Gestión de la Seguridad Funcional
Como vemos, adoptar una buena práctica recomendada para sistemas automatizados (o instrumentados) no es algo que se aleja de nuestra realidad al gestionar un proyecto, solo requiere de un profundo compromiso con la mejora continua. Implementar este tipo de normativas nos permite identificar mejoras en materia de seguridad que se adapten a nuestra forma de trabajo, puesto que, al estar basadas en desempeño, el usuario es libre de desarrollar diseños y soluciones que demuestren cumplimiento dentro del esquema de trabajo establecido por la normativa.
Así que, luego de manejar toda esta información ¿por qué no darle la importancia que se merece una buena gestión de seguridad funcional, si sabemos que al no implementarla los sistemas se degradan y aumentan los riesgos?